A Casa da Costa

Este año he decido que mientras no pueda viajar seguiré haciendo una de las cosas que más me gustan; que es ESCRIBIR… Quiero contaros historias con nombre propio. Hace tiempo inicié una sección: Gente del Mundo; sobre la gente interesante que me iba encontrando por el camino…Como ya os he contado en otras ocasiones, la gente que voy conociendo es lo mejor que me traigo de los viajes; de toda he aprendido algo.

Tratando de hacer memoria entre la gente interesante que he conocido viajando, recordé que ya antes de empezar a viajar, eran los viajeros los que venían a mi casa; escuchar sus historias y aquel halo de aventureros que lucían, incrementaba mi interés por salir a recorrer el mundo…

Germán y Marcela, mis abuelos y los que mandaron construír «A casa da Costa«

Así que he decidido empezar por mi casa; ¡vale! ¡no es una persona! Pero casi como si lo fuera! Es una casa con mucha historia; con vida propia y hasta con nombre! Las casas viejas; por donde ha pasado tanta gente, siempre me han gustado y también me han intrigado, incluso la mía… Igual que cuando era pequeña me daba miedo subir al *fallado, por lo que pudiera encontrarme… Cuando he pasado años viviendo fuera, el no estar cerca de ella , me ha hecho sentir morriña. Echaba de menos a mi familia, a mis amigos y por supuesto también a ella… Echaba de menos estar en mi casa, en mi espacio…en ese lugar único en el mundo donde puedo salir descalza en medio de la noche para mirar la luna o escuchar el canto de los grillos en el jardín … ese lugar donde puedo dormir tranquilamente con las ventanas abiertas, aunque alguna vez se haya colado un muerciélago…

Cuando digo casa, me refiero a la edificación y a todo el terreno que la rodea; que cuando era pequeña me parecía inmenso … Aquí están enterrados todos los perros, gatos, conejos, peces, patos y tortugas de mi infancia; primero le hacíamos como un funeral y luego durante una temporada, llevábamos flores a su tumba…La misma finca donde enterraba mis tesoros en botellas de cristal; con alguna moneda, una pulsera de hilo hecha por mí y una carta dirigida a mi «yo del futuro»…Después de enterrarla, cogía una hoja y dibujaba un plano con la localización exacta; «Diez pasos al frente desde el peral y trece desde la alambrada…»y guardaba tan bien aquel mapa del tesoro, que lo perdía y la botella jamás volvía a ser localizada… Mi casa era ese lugar seguro a donde poder regresar , algo así como mi lugar en el mundo. Aquí vivieron mis abuelos, nacieron mis tíos, mi padre, algunos de mis primos… y murieron mis abuelos y también mi madre…

La parcela donde se edificó era una finca tan grande, que cuando fue atravesada por dos carreteras quedó dividida en tres solares; a mi abuela le tocó el de la derecha como parte de su herencia; por delante pasaba la carretera de Ribadavia, la única que iba a Vigo… cuando los perros y las gallinas todavía campaban a sus anchas por el medio y medio de la carretera, mientras los niños convertían cualquier descampado en su campo de fútbol y paraban el juego para avisar a gritos cuando pasaba el único coche de línea que circulaba diariamente a Vigo; para que los demás apartaran y a veces se enganchaban a la parte trasera del coche y hacían un pequeño recorrido gratis colgados del autobús….muchas veces rozando sus zuecos contra la gravilla hasta terminar soltándose. Yo eso obviamente ya no lo recuerdo, pero lo he robado de lo que cuenta mi padre… que es muy dado a compartir recuerdos 😉

Y volviendo a mi casa… como ya podréis imaginaros, no era para nada una casa común y corriente; en realidad su misma estructura mostraba una curiosa orientación a recibir gente, ya que fue concebida para ser taberna, tienda y restaurante. Diseñada por unos ingenieros portugueses y construída en 1929, era una casa de planta baja, cuando hablo en pasado es porque a día de hoy la casa ha pasado por varias reformas… y contaba con siete puertas al exterior, tres que daban a la fachada principal; a la carretera , otras tres al jardín y la última era una puerta trasera que daba a la finca de detrás de la casa; donde se esconden todos esos tesoros que jamás han vuelto a aparecer y donde también yo me escondía cuando hacía algo malo y no podía regresar a casa hasta que se le pasara el enfado…

Recuerdo que una de las puertas de delante, que daba a la carretera, permanecía abierta durante todo el día, creo que nunca la ví cerrada… Cuando yo nací, en mi casa ya no había taberna, ni tienda, ni restaurante… pero se había mantenido la costumbre de dejar la puerta abierta... y era normal que cualquiera entrara por la casa adelante y luego llamara, mi madre siempre le respondía: _ ¡Hasta la cocina! Esta situación duró durante los primeros años de mi vida; cuando todavía en la parte de delante de mi casa había unas estanterías de madera y un mostrador, una balanza, cajones y muchas botellas, copas y vasos ; me gustaba especialmente levantar una tabla de madera, que era el pasadizo para entrar al mostrador y ordenar las botellas de sifón; con su forma exótica y su pitorro … Nos encantaba jugar a las tiendas y a los bares; era divertido servir chupitos de licores transparentes que nos pagaban con dinero invisible…

Mi casa, sin yo saberlo, se había ido convirtiendo en algo así como un centro de América en Galicia: así como en los tiempos de las oleadas masivas de emigración gallega existieron miles de Casas de Galicia por todo el mundo, especialmente en América, mi casa parecía funcionar a la inversa y era un lugar de visita para todos mis parientes lejanos y conocidos que habían emigrado a América y que un día decidían volver de visita, convirtiéndola en una casa llena de vida; esto hacía que resultara muy divertida y atractiva para una niña; era la casa en la que cualquier niño querría vivir… aunque cuando fui creciendo dejó de gustarme recibir visitas de tanta gente; incluso a veces me escondía y desaparecía mientras la visita duraba…con tantos visitantes, echas de menos tener un poco de intimidad, pero mientras eres pequeño agradeces ese ir y venir de gente…

la cámara de mi abuelo

Cuando venía algún visitante lo primero que se hacía era ofrecerles de comer y de beber; mis padres iban a la cocina y cortaban pan, queso, chorizo y abrían un par de latas de mejillones en escabeche, colocaban todo en platos y nosotras hacíamos de camareras… luego descorchaban una botella de vino y charlaban durante lo que a mí me parecían horas… A veces nos mandaban volver a la cocina a por más, e íbamos encantadas; tener invitados era divertido y lo de ofrecer comida o bebida a cualquiera que llegara era una costumbre inherente a esta casa, quizás porque un día esta casa fue hecha con el fín de servir bebidas y comidas… Hasta cuando venía alguien a arreglar la tele o la lavadora o a mover la antena, se le ofrecía algo, a veces aceptaban simplemente una copa de licor, pero tampoco es que fuera nada raro… la vida antes era así; creo que era una costumbre ancestral y arraigada … porque cuando ibamos de visita al pueblo donde nació mi abuela Manuela, siempre nos ofrecían comida, en la casa de cada hermana… y para ellos era una ofensa que no nos lo comieramos todo e insistían , así que había que comer un poco en cada casa…Mientras era pequeña me encantaban este tipo de reuniones. En los últimos años he ido viendo como los niños eran relegados y dejados al margen en este tipo de encuentros, se dejaban con alguien, se les mandaba a jugar… o por el contrario se sitúan en el eje central de la conversación, en lugar de aceptarlos en la mesa y dejarles escuchar la conversación, aunque muchas veces tuviéramos que oír lo de «No interrumpas que están hablando los mayores» Ahora eso ya no se oye! Es graciosos ver como ha ido cambiando todo.

Volviendo a la protagonista de este relato; A casa da Costa; que no se llamaba así por estar situada en la costa, si no por estar situada sobre una «cuesta», que en gallego se traduce por «costa»… Había sido así bautizada por la gente, la misma gente que luego había dado nombre a mi padre «O mozo da Costa» y más tarde a nosotras que éramos «As rapazas da Costa»Fue mandada construír por mi abuelo Germán, que emigró a Buenos Aires en un barco que salía de lisboa, según algunos de polizón! Un día asistí a una discusión entre mi padrino y mi padre que no parecían ponerse de acuerdo, y ahora creo que ya nunca conoceré la verdad…primero porque mi padre es el único superviviente y él apenas llegó a conocer a su padre, que murió cuando mi padre tenía solo dos años y por entonces mi abuelo ya había regresado de Argentina… Además mi padre tenía una imagen de mi abuelo algo distorsionada, que nada tenía que ver con lo que luego he conocido por mis tíos,los hermanos mayores de mi padre, que sí le conocieron… Sé que era republicano, hijo de un corredor de viños do Ribeiro y que fue uno de los primeros viajeros de mi familia… luego hubo muchos más ; Cuba, Venezuela, Brasil, Jamaica, Miami… La familia estaba repartida por todo el mundo; la emigración en Galicia supuso una auténtica lacra; chic@s de 14 ó 15 años que partían en un barco a lugares que desconocían totalmente y que no eran capaces de situar en un mapa; muchos de ellos jamás pudieron regresar …

El asunto es que mi abuelo; del que solo conservamos alguna imagen, un pasaporte, una cámara de fotos y esta casa… ni su gramola, ni los chinchorros, ni todas aquellas cosas extravagantes y modernas que cuentan que había traído de sus viajes a Argentina… tenía alma de tabernero; le gustaba la gente, el ambiente, las reuniones sociales… Creo que ese ha sido el punto en común entre todos mis tíos, que heredaron la misma afición; una clara vocación por sociabilizar; por reunirse y disfrutar de la mesa… la costumbre de mantener la puerta abierta y ofrecer una chiquita a los que pasaban, continuó durante mucho tiempo…. y así fue como fui conociendo personajes interesantes y viviendo situaciones inéditas…que si no os la cuento a vosotr@s quizás mueran para siempre en el olvido 😉

A través de esta serie de relatos, intentaré ir recuperando a esa gente desconocida; muchos de ellos ya tristemente fallecidos, que poblaron mi infancia y me ayudaron a crear un interesante universo dentro de mi imaginación.

  3 comentarios para “A Casa da Costa

  1. 26 enero, 2021 en 6:47 pm

    Qué bonito e interesante, gracias por compartir tu casa con nosotros y a tu familia 😁

    Le gusta a 1 persona

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