Selva

Pelo de perro

El perro se ha ido. Lo echamos de menos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde a casa, no hay nadie esperándonos. Seguimos encontrándonos pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos la esperanza de que si recogemos suficiente pelo, seremos capaces de recomponer al perro.

Lydia Davis

_{(Este microcuento, que no conocía , me lo envió mi hermana cuando yo también sin saberlo, trataba de recomponer a Selva)}

Ayer Selva siguió completando su ciclo con la naturaleza…Los pajaritos vinieron a por su pelo para fabricar nidos… Primero se llevaron todo el que fui dejando sobre las plantas cuando limpié sus cepillos; sabía que se acercaba la temporada de hacer nidos y que pronto vendrían a por él como hacían cada año…Y hoy hemos vuelto a ver a los gorriones desde la ventana; arañando con sus patitas la alfombra donde Selva se acostaba a tomar el sol… El pelo de Selva es, o debería de decir era; fino, suave y ondulado y desde hacía años los gorriones lo aprovechaban cada primavera para abrigar a sus crías…

Al ver a los pájaros, he vuelto a pensar en Selva… En realidad nunca he dejado de hacerlo desde aquel día de Febrero que me despedí de ella en la clínica; sin saber que nunca más volvería a verla… Cuando salgo por el jardín aún me voy encontrando con sus juguetes escondidos en los lugares más extraños y muchas veces es como si sintiera su presencia y me giro pensando que va a aparecer sigilosa, como hacía siempre para darme un susto y pienso que luego se pondrá a mi lado, dejando caer su cuerpo contra mis piernas para no dejarme andar; mordisqueando mi mano para que le haga caricias…

Todavía sonrío cuando la recuerdo dando saltidos de alegría y haciendo carreritas locas, cortas y sin sentido… cogiendo palos y juguetes con la boca y viniendo hacia mí para invitarme a jugar con ella… Y aún me cuesta nombrarla sin que se me humedezcan los ojos.

Después de casi 11 años de convivencia nos entendíamos a la perfección; sin necesidad de hablar… Hacía mucho tiempo que Selva parecía leer mis pensamientos o quizás también fuera especialista en lenguaje corporal; sabía perfectamente cuando íbamos a salir de paseo; cogía la correa en la cocina; la doblaba para que no arrastrara y luego daba saltitos con impacienca haciendo ruído con sus uñas sobre la baldosa… También sabía cuando iba a bañarla; antes incluso de que yo lo hubiera decidido…y hacía poco tiempo que habíamos descubierto que Selva tambień sabía contar. Cuando mi padre empezó a hacer un circuito caminando, al regreso de una temporada hospitalizado; Selva empezó a acompañarlo a pasear cada día; siempre paseaba suelta, delante de él y después de contar tres vueltas alrededor del circuíto, se paraba esperando a que mi padre le pusiera la correa para volver a casa… Cada vez era más tranquila y hacía tiempo que había dejado de lado su obsesión por el orden; antes no le gustaba que cambiara las cosas de sitio y cuando veía que algo no estaba e su lugar se quedaba parada, mirándolo fijamente con cara de asombro como si hubiera visto a un extraterrestre…

Selva era feliz corriendo por el campo, chapoteando en cada charco, visitando a sus amigos caballos ,bañándose en el río… Ahora pienso que lo hacía por mí; porque sabía que verla feliz,me hacía feliz a mí … La perrita independiente y libre que no soportaba estar cerrada, la adaptable, la alegre y extremadamente cariñosa… La reina del jardín; donde hacía madrigueras todo el verano, desenterrando las plantas … Entre sus excentricidades estaban subirse a un tiesto para tomar el sol o desenterrar un cactus que parecía no soportar…y de vez en cuando aquel cactus,siempre el mismo, aparecía desentarrado al lado de la maceta y todos sabíamos quién había sido; le reñía y volvía a plantarlo…(Al cactus, no parecía afectarle nada) El otro día me quedé mirándolo; tan verde y fuerte como siempre y de repente sentí unas ganas locas de desenterrarlo, como si el espíritu de Selva se hubiera apoderado de mí… Esa reacción de chiflada me hizo sonreír y finalmente opté por dejar al cáctus tranquilo.

Ahora Selva descansa a la sombra de mi cerezo, el cerezo que nació de un hueso de cereza que me comí un día y eché en el tiesto de la azalea…cuando descubrí que había salido un árbol, lo transplanté y luego dejé que mi padre lo injertara … El 19 de Marzo, día de mi cumpleaños, me regalaron un árbol de lilo y lo planté encima de su tumba, al lado de mi cerezo… Ahora voy todos los días a visitarlos; el cerezo ha empezado a brotar y noto como el lilo crece cada día; el cerezo pronto se llenará de flores blancas que espero que por fín terminen convertidas en cerezas y aún tendré que esperar a que también el lilo se llene de flores olorosas, quizás la próxima primavera…y entonces iré a olerlas, como hacía Selva con las flores del jardín… y quizás para ese momento, el jardín ya no me parezca un lugar tan triste y vacío como desde que ella se ha ido.

Aunque siempre supe que éramos unas afortunadas por habernos encontrado y me sentía muy agradecida, sé que nunca se agradece lo suficiente. Gracias por todo Selviña! 🌈